Torturada entre cristales
que sobrepasan estas paredes
hasta el siguiente amanecer;
por no verla desaparecida
o consumida,
antes de que llegue la mañana
y termine de oscurecer.
Sigue tan flaquita
pero le canta a la libertad,
no a la suya,
que ya dio por perdida
sino a la que otras tendrán.
(La noche de los lápices)