Uno se cansa de levantar barreras sobre trincheras vacías,
y de esperar a que en la próxima parada alguien suelte un "quédate".
Y es que la coraza se nos empieza a quedar pequeña,
y por algún lado empezaría a agrietarse.
Te parecerá ridículo que te envíe cartas con el perfume de nuestra primera cita,
o que al final de cada noche,
sienta la necesidad de descomponerme entre tus sábanas.
Pero que puedo hacerle,
la coraza ya no impide que se nos noten las ideas,
o la falta de ellas,
que cada beso es un tatuaje interior,
y un viaje por los caminos más inhóspitos.
Y será que quiero viajar, perderme y desaparecer,
entre los cuentos que me invento para volver a verte.
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