Son veintiún años a la espalda
y la conciencia de no haber vivido mucho más.
Tengo otra de esas noches
de traer el otoño a mi calendario,
y tirar cada uno de mis días
después de un largo invierno.
Apenas gasto tiempo en contemplar a la luna,
y es que me acostumbré
a que las cosas que me gustan
sigan su ritmo natural de vida,
y que siempre, estén, inamovibles,
esperando a que tome la mejor decisión posible.
Y que jodida indecisión la de seguir sin estar vivo,
y hallar nuevos vicios
que maten,
al menos,
a este poeta suicida.
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