Trajiste versos de destrucción masiva
a esta nuestra guerra literaria.
Y ahora soy
un estado fallido,
sin voz ni voto,
al que le prohíben ejercer la democracia
que se merecen nuestros cuerpos.
Soy un proletario exiliado,
un poeta excluido
y un obrero extinguido
en busca de la revolución
que proclamaban tus labios.
Y que no encuentra,
ni fusil ni martillo,
ni flor
que crezca entre la mala hierba.
Maldito estado de poesía permanente
y la dictadura de tus piernas
organizando otra sentada en mis pensamientos.
Que ahora soy un paria,
un sin nombre,
un lumpen y otro nadie;
sin versos,
ni medios de producción,
ni plusvalías que ofrecerte.
Que soy otro desahuciado más,
un hombre de bandera
al que no le pesa su mochila
si estás para empujar.
Que soy mi propia alegría,
y en el final del viaje
la tumba del epitafio
al capitalismo más salvaje.
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