martes, 23 de agosto de 2022

Costumbrismo


Acostumbrar al cuerpo 

a la permanente tristeza del olvido,  

a la imborrable permanencia del recuerdo,  

a la contradicción intermitente de lo vivido; 

a los cambios, las pertenencias y las huidas.


Acostumbrarlo a las salidas cobardes 

y a las decisiones valientes. 


Acostumbrar la vida a la muerte, y viceversa; 

a los fracasos, alegrías y sus plumazos, 

que se esparcen como balas en las sienes 

e invocan desiertos permanentes de arena y sal.


Con dolores permanentes,

aguaceros permanentes

y cuerpos imperecederos,

que sobreviven a la muerte

y la llaman por su nombre.


Acostumbrar al amor a la sed, 

a la sequía y las malas cosechas.


Acostumbrar a la ausencia de su ausencia;

acostumbrarla de las obligadas 

y las autoimpuestas, 

también de las devenidas.


Acostumbrarse a la costumbre,

con su dolor, su muerte y su tristeza;

acostumbrarse a la sonrisa

como un reflejo del alma,

también a su ausencia

después de haberla perdido.






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