Su mera existencia es esquiva,
atroz, una criba para el alma
que acaba brotando semilla
si no nos mata la calma.
Un terreno sediento
ahogado como piedra en el mar,
flor que nace en el desierto
pero muere sin regar.
Tantas flores que marchitan
y juncos son perennes:
unas se suicidan,
otros salen indemnes.
No es comparable a la flor
la altura de estos juncos
pero si no existiera el amor
tendríamos que inventarlo juntos.
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