Nadie nos salva,
del pensamiento trágico,
del insomnio,
o del frío cuando cala hasta los huesos.
Nadie nos salva,
del reloj,
de las alarmas,
incluso cuando estas no suenan.
Nadie nos salva,
de una clase aburrida,
de una mente aburrida,
ni de un dolor que se entretiene.
Nadie nos salva,
de la muerte
de recrearnos en ella
ni tan siquiera la vida.
Nadie nos salva;
y nadie está muy lejos,
no escucha,
no siente,
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