Voy a perdonarme las caladas en las venas,
los miércoles de resaca,
y cada uno de mis delitos.
Voy a perdonarme,
por prostituir sentimientos en camas ajenas,
y cerrar y abrir puertas y ventanas,
dejando que la corriente nos termine de vaciar.
Voy a perdonarme,
por sentirme sucio,
y dejaré que la falta de whisky en el vaso haga el resto.
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