Él te dará todo lo que mis palabras temblorosas no consiguieron,
desapareceré, dejaré de escribirle a tu recuerdo,
por miedo a ennegrecer lo que aún merece la pena conservar.
Buscaré, otros labios alados que pretendan volar,
que me hagan volar.
Buscaré en otros ojos palabras de libertad,
encadenándome a otro sufrimiento distinto.
Marcharé en el siguiente tren,
rezándole al instinto, prometiendo no volver a soñar que sueño sobre tu espalda.
Me cansé, de amanecer tarde y de tener que llorarle a la noche,
me cansé de tantas cosas, de la lluvia, de la luna,
de todo aquel recuerdo que pueda sembrar en mi interior alguna duda,
del roce de tu cuerpo en una cama que no es la mía.
Abandono, no quiero volver a escribir sobre manchas de café que aún parecen estar calientes,
me niego a ser otro más en el intento de complacerte.
Te amé, como ningún hombre puede amar jamás,
de hecho sigo haciendolo, ¿sino de qué iba a estar a las tres de la mañana escribiendo esta carta?
Siempre desde la sombra, esperando el momento para complacerte, pero perdí el tren,
y me quede en la estación con la única compañía de la lluvia sobre mi cabeza,
una cabeza que no sabía ya que pensar...
Una cabeza que decidió abandonar.
Un loco en la colina
J.A. Morales Manrubia
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