Sigues empeñada
en hacerte creer que sabes amar,
y no hay quién te entienda.
Prefieres seguir con tus pájaros en la cabeza,
las mariposas en el estomago,
y tus recuerdos
escritos en el vaho de un espejo antiguo.
Estás empeñada en seguir desnuda,
expuesta a caer en la cuenta
del porqué dejaste de amar;
y no hay quién te entienda.
Te he visto bailar sobre la cuerda floja
y derrumbarte
si te daban alas.
Sigues empeñada
en enfrentarte a Cupido
y ganarle su última flecha
jugando a la ruleta rusa.
Sigues empeñada,
pero algún día aprenderé
que el mayor acto suicida
es dejar de amar.
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