Incrustado el sabor de la muerte en mis labios, y decidido a convertir en cenizas todo recuerdo de un pasado mejor, me dejé llevar por el superfluo olor que desprendían aquellos dos cuerpos que anhelaban una muerte conjunta.
Perdido en una vida entre andenes y el peso de unos ojos que se despiden agazapados; las heridas de una noche de sobredosis emocional, el veneno que vuelve la sangre fría antes de matarme de la forma más dulce posible.
Adiós a la responsabilidad, a la vida que eligieron otros por mi, la vida de anuncio de televisor, adiós a la vida, a las razones por las que vivirla, "no hay razones, ¿quién necesita razones cuando tienes heroína?"
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