Se supone que debo sonreír
y que el nudo de la garganta
se descompondrá con alguna droga cara,
si ésta no consigue consumirme antes.
Se supone que debo empezar de cero
cuando tengo en números rojos
la cartilla del banco
y apenas recuerdo eso de olvidar.
Se supone que debo de vestir bien
y conformarme con un trabajo de mierda;
aprender a callar
y escupir toda la rabia sobre la barra de un bar.
Se supone que no he de romper con lo establecido,
y que las mañanas comiencen cuando el despertador me lo ordene.
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