Si algún día no estoy,
no me busquéis.
Dejad que me encuentre a mi mismo,
que descubra cada uno de mis defectos
y sepa encontrar mi sitio.
Dejad que caiga rendido,
que tropiece diez veces con la misma piedra,
y no pueda levantar cabeza.
Dejadme en el suelo,
que agrietadas las manos de sangre y sudor
sepan levantarse solas.
Olvidarse de que existo,
de que un día existimos juntos,
y que aquello tuvo un nombre.
Olvidarse si no regreso,
dejadme que no regrese,
y solo sea un recuerdo.
Recordadme partiendo,
destruyendo andenes y pistas de aterrizaje,
hasta que ya no exista.
Y recordadme como aquel chico
que quiso marchar
y no supo pedir auxilio.
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